Dos libros de temas políticos están puestos en un
mostrador. “Reelección, que el pueblo decida”*, de José Obdulio Gaviria, hoy
Senador de la República de Colombia y antiguo asesor del presidente Álvaro
Uribe. “Historia Viva”**, de Hillary Rodham Clinton, ex candidata a la Presidencia de
Estados Unidos. Esta no es precisamente la estantería de la Librería Nacional del centro comercial Unicentro. Están puestos al lado
de la olla de la bebida de masato, los pasteles de almojábanas y el salchichón
cervecero que se ofrecen en la cafetería Donde Nancy, en el corazón de Corabastos,
central de abastos de Bogotá.
"Historia Viva", libro de memorias de Hillary Rodham Clinton (Planeta, 2003) |
Lo extraño no es,
solamente, encontrar un libro en ese lugar. Es, también, descubrir a su
propietaria. Doña Nancy, dueña y señora en todo el sentido de la palabra de
aquel local de café, comida “y algo más”, es aficionadísima a los asuntos de coyuntura
política.
“Me encanta leer libros
de gente inteligente. En cualquier momentico que le saco al ‘gentío’ que tengo
aquí, desde bien temprano, me pongo a leer. El de la Reelección me lo estoy
leyendo porque soy hincha furibunda del presidente Uribe desde siempre; es que
no hemos tenido más Presidente que él. Y el libro de Hillary es porque yo la
admiro mucho: es una mujer que empezó desde muy abajo, y fue subiendo y
subiendo hasta ser la persona que ahora es”.
- “Doña Nancy, me imagino que usted ha sido
activista política...”
- “Nooo, m´ija. Nunca. Sí me gusta, pero de
lejitos...”.
Habría que preguntarse,
en efecto, qué tan lejos está Corabastos de esa dinámica política. Y es
sorprendente, dado que las relaciones sociales aquí se basan en el negocio de
víveres, no en el debate intelectual ni en la aproximación a las ideas
políticas. Aquí se tranza y se avanza. Es
claro que el poder en Corabastos lo da el manejo de plata, no la gestión
pública. Doña Nancy, que llegó hace más de 35 años al lugar vendiendo
empanadas, pudo arrendar un local donde pudiera poner la olla freidora –el
mismo donde ahora vende RedBull y botellas de Chivas Regal a $120.000.
Su local es el centro
de reunión y tertulia de los dueños de puntos de venta de papa y fruta
importada que buscan concretar los negocios y celebrar las ganancias del día: a
las diez de la mañana, llegaron a Donde Nancy tres personas a pedir
whisky, servidos en vasos de plástico, que se los bebieron cual aguardientes.
Por cortesía, doña Nancy me ofreció un trago a mí también. Le agradecí el
gesto, pero con lo caliente del lugar, preferí una botella de agua.
Donde Nancy es un buen punto para observar lo que
sucede en el centro de Corabastos. Está fuera de los grandes paneles de venta
de fruta y verdura, pero sigue de cerca lo hay adentro: las
transacciones de dinero más grandes que puedan hacerse en un solo día, en el
eje comercial de un país rural. La cafetería está al
lado de los billares y tabernas que reciben a los clientes habituales, después
de una intensa madrugada de labor, que es el punto de atención y pago de la
lotería del día, que hoy juega cinco millones y lindos electrodomésticos.
Las gigantescas instalaciones de Corabastos, al suroccidente de Bogotá - Fuente: Periódico El Tiempo |
En Corabastos parece
como si las reglas del tiempo se invirtieran: se trabaja de noche y se descansa
de día. Por eso, las puertas de la casa de apuestas Repoker y de los
billares están abiertas desde las cinco de la mañana, hora en la que se cierra
la jornada y se empiezan a abrir las primeras botellas de cerveza y
aguardiente, y siguen destapándose hasta bien entrada la tarde.
A doña Nancy le dicen
“la Mona” –un sobrenombre muy inusual, teniendo en cuenta que la población de
Corabastos es, en su gran mayoría, de origen campesino e indígena. El contraste
de un pelo artificialmente rubio con las cejas negras y unas larguísimas
pestañas postizas, muestra lo que esta rubia trata de ocultar. De sus orígenes, que no
son diferentes a los de las campesinas de largas trenzas, le quedan los ojos
negros que le brillan cuando habla su única hija, su mayor orgullo. “Ella ya es
politóloga de la Universidad Javeriana y está terminando economía en la
Universidad Externado. Hizo una maestría en el Uruguay y es tan pilita ella,
que hasta le propusieron trabajo en la embajada gringa”.
Mientras me cuenta los
logros de su hija, gracias a su local en Corabastos, doña Nancy mira de reojo a
los hombres que se tomaron el whisky de un tajo. Se nota que hay cierta
tensión, por la forma en la que ella los recibe, pero no me atrevo a preguntar.
El ambiente se calienta cada vez más. Finalmente, se anuncia
la boleta ganadora de los cinco millones. El número 4292 ha sido el feliz
afortunado, que se anuncia en el tablero colgado en Donde Nancy. Nadie
dice o hace nada diferente a preguntar si su boleta ha sido la premiada esta
vez.
Pero las miradas de los
hombres hacen incomodar a uno de los integrantes del grupo de la rifa, un
moreno altísimo que tiene puesta una ruana de campesino boyacense y que les
pregunta a gritos que cuál es su problema. Los hombres se ríen de él. Doña
Nancy se despide y le advierte en secreto a uno de sus dos empleados que no le
vaya a dar más trago: hoy no está para aguantarse borrachos “dándose tiros” en
la mitad de Corabastos. Sólo quiere leer tranquila.
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*Editorial Planeta, 2004
**Editorial Planeta, 2003
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