En su libro de ensayo, “Pa que se acabe la vaina” (Planeta, 2021), William Ospina hace un retrato fiel y, a la vez, un tanto agobiante del Estado colombiano a partir de aquel vicio llamado “tramitomanía”. De ese aparato anquilosado, propio de las sociedades que necesitan tener una validez en la formalidad, aún si les cuesta billones de pesos al año o una estrategia decidida de modernización y agilidad institucional.
“De esos trámites deriva cada pequeño funcionario su omnipotencia, porque el Estado colombiano ilustra bien ese fenómeno de un sector social que encuentra en su escritorio, en su ventanilla, en su archivo, en sus sellos, en su antesala o en su portería, un lugar donde ejercer la omnipotencia. Ya sabemos que cada portero es el rey de su puerta, y cada funcionario inventa su código personal, que nadie tiene tiempo de ir a comparar con las leyes”.
Fuente: https://caracol.com.co/programa/2014/01/22/audios/1390391040_060440.html |
Aquí resulta inevitable traer a la memoria a NestorElí, ese entrañable personaje del gran Jaime Garzón en su reparto del programa “Quac, el noticiero”, portero del Edificio Colombia, que simboliza al celador infaltable en la fauna nacional. Nadie más desconfiado, pocos tan arbitrarios como él y dueño de un micropoder capaz de cerrar puertas a discreción, de abrir carteras para revisar pertenencias y de observar detalladamente el movimiento de los civiles en sus indiscretas pantallas del circuito cerrado de televisión.
Fuente: https://www.elheraldo.co/tendencias/jaime-garzon-presente-en-la-memoria-de-los-colombianos-16-anos-de-su-muerte-211439 |
“Tramitomanía” pandémica
No hay escenario donde se exhiba mejor este micropoder que en los centros de vacunación. Largos meses, tiempos muertos e interminables filas para acceder a la primera dosis de cualquier laboratorio y, ojalá una segunda de refuerzo, han consolidado la majestad criolla de quienes tienen, bajo su leal saber y entender, el criterio de determinar a quiénes se les otorga la cartulina blanca de MiVacuna.
Si no tiene la edad, no entra. Si la fecha de la dosis no está especificada, le toca volver después. Si no consiguió cita, vaya y la pide. Si en la empresa sólo le dieron permiso ese día para ir, ese no es mi problema. Si ya le tocó vacunarse en contra de sus libertades personales, porque no le permiten la entrada a ningún sitio público, pues quién lo manda si ya sabe cómo se ponen.
Fuente: https://www.portafolio.co/economia/gobierno/todo-lo-que-debe-saber-sobre-requisito-del-certificado-de-vacunacion-covid-19-558131 |
Ahora es el endeble salvoconducto blanco de MiVacuna el que se ha convertido en el documento indispensable para ejercer actividades cívicas y sociales. El que demuestra con sellos delebles que cada persona es apta para compartir con pares y no es un “homicida viral” al interior de los espacios públicos. Nuevamente, Ospina apunta a cierta sinrazón en lo que hoy podría catalogarse como una “tramitomanía” pandémica:
“La eficacia del Estado es otra: (…) someter a todo el que llegue a sus ámbitos a un proceso de incorporación en los arcanos de la documentación, de las fotocopias, los sellos, las idas y las venidas de un mundo donde los papeles son una suerte de inescrutables divinidades (…)”
Dicho sometimiento obliga a someterse a los designios estatales, o bien, a recurrir al viejo de adagio de “hecha la ley, hecha la trampa”. Este ya un principio rector que, de alguna manera u otra, ha ayudado a sobrellevar la relación entre el Estado y los ciudadanos. Hay bastantes ejemplos que lo ilustran a lo largo de nuestra historia. Y está claro que en un escenario de pandemia, donde las normas se han hecho aún más rígidas y muchas veces indiscutibles, era una cuestión que se daba por sentada.
La alteración de los certificados de vacunación no parece ser novedosa y tampoco es un sorprendente “emprendimiento”, porque responde a ese tradicional engranaje “tramitomaníaco” plasmado en un papel fácilmente falsificable. La cartulina legal, con el registro del esquema de vacunación, no debe costar más de $2.000. Mientras que el expedido en el bajo mundo cuesta $200.000, con sus sellos y tintas adulteradas que, como dice Ospina, “nadie tiene tiempo de ir a comparar con las leyes”, es decir, con las legítimas.
Fuente: https://caracol.com.co/radio/2021/02/24/judicial/1614190513_483175.html |
Tramitomanía 2.0
Sin saber de tecnología, pero esperando una remota modernización del Estado colombiano, podría preguntarse si elementos como el código de barras que está al respaldo de la cédula de ciudadanía, o la implementación de unos códigos QR medianamente sofisticados, podrían servir para enlazar la información que contiene MiVacuna sobre los esquemas de vacunación y agilizar los procesos de revisión en los sitios públicos.
Fuente: https://www.eltiempo.com/historias-el-tiempo/carnet-de-vacunacion-digital-como-descargar-el-certificado-629774 |
Presumiblemente, esto le podría evitar el desgaste físico a la cartulina de los que sí han sido vacunados. Pero ante todo, podría frenar con cierta agilidad técnica el quebrantamiento de la Ley por parte de quienes prefieren asumir unos altísimos costos con tal de no vacunarse, pero que acatan la “tramitomanía” pandémica a través de la imitación.
De cualquier forma, los colombianos parecemos estar destinados a someternos a esas “inescrutables divinidades” como nombra Ospina a los documentos y sus sellos. Al no me le comprometo o eso se le demora de los funcionarios públicos y privados. Y, por supuesto, a los NestorElís y su monarquía en cada portería, ejerciendo su poderoso micropoder en esta pandemia.
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