Desde hace unos años, ha venido circulando en las redes sociales un gracioso meme que se ha convertido en una descripción que se aproxima bastante a la realidad:
Más que un chiste rápido, creo que esta imagen retrata una lectura "socio-cultural" muy profunda para quienes nacimos en el siglo XX, que hemos tenido muy presente la "cultura POP" de la que hacen parte tanto los dibujos animados de Disney y la estética femenina que la revista Playboy siempre ha presentado.
Al nacer y criarme como mujer -muy femenina que me considero (en los positivos y no tan positivos sentidos que eso conlleva)- esto impone un doble estándar de la mujer que es muy complejo para nosotras. Está claro que el prototipo de Playboy ha puesto durante más de 60 años pone una vara muy alta en términos de belleza física: allí han posado las mujeres más hermosas y sexies del hemisferio Occidental; y la primera en lista: la mujer más hermosa que ha dado este universo, Marylin Monroe.
(Aquí debo reconocer que no conozco a profundidad la revista -salvo porque en la escuela de Periodismo se resaltaba la calidad de "las plumas" que escribían para la publicación: desde Ray Bradbury, pasando por Truman Capote -uno de mis escritores favoritos-, Gabriel García Márquez y, más recientemente, Haruki Murakami). Pero sé quiénes ha posado y cómo.
El segundo estándar es más complicado para las mujeres; y creo que es lo que nos sigue jodiendo la cabeza, el corazón y la autoestima:
Disney ha retratado durante muchas décadas las historias de mujeres que han vivido en la desgracia y con un futuro desesperanzador. Siempre "en la mala", con familias déspotas, desprovistas de cariño, ansiosas por un mejor devenir; que empiezan a alterarse, fruto de la angustia y la desesperación: se hacen amigas de enanos (que hartas ganas le tienen), hablan con los animales del bosque, dejan los zapatos tirados en las fiestas... Un desastre total, que uno ni siquiera quisiera tener de amigas.
Pero sus historias dan un giro; y, por arte de magia de las hadas, los ángeles, los duendes y cualquier otro ser irreal, sus vidas cambian y... voilá, ahí llegó el HOMBRE DE SUS SUEÑOS. Lo pongo en mayúsculas porque las princesas de Disney, que hasta ese momento estaban en la inmunda, han encontrado LO MEJOR qué les ha pasado en toda la vida, por los siglos de los siglos. Y sus historias nos dejan ese (sin)sabor de TODO en la vida va a ser MEJOR cuando llegue MI HOMBRE.
*****
Yo puedo decir que yo me casé con un príncipe. Sí, así es: rubio, ojiazul, de acento extranjero, muy encantador. Yo creí que había venido a salvarme la vida. Y, años después, yo tuve que salvarme a mi misma de ese príncipe; y no tuve un final feliz; pero supe salir de ese encierro, en donde la angustia me llevaba a hablarle a los animales (al pug Bugalú que ya les conté). Y ahí pisoteé el estereotipo absurdo de las princesas en desgracia y la creencia que las mujeres debemos esperar por "EL HOMBRE" de nuestros sueños.
Esta claridad me ha hecho reflexionar sobre la educación en autoestima que le estamos dando a las niñas: tengo dos sobrinas, una de 11 y otra de 5 años. Y veo que las dos tienen más claro que se están construyendo como pequeñas mujeres más centradas, más empoderadas, enfocadas en ser niñas con capacidades intelectuales y morales que las hacen más fuertes y resilientes; que en princesas que son criadas para que alguien les "mejore" la vida -ya sea emocional, económica o socialmente.
Con el perdón de las madres y los padres de niñas que leen esto -que sé que hay muchos que auspician y ven con ternura disfrazarse a sus chiquitas como princesas- me gustaría hacer una humilde y sentida sugerencia: hay otras figuras femeninas que pueden ser rescatadas para proponerles a sus niñas, sin que pierdan la inocencia. No importa si la misma princesa sea Elsa, de Frozen (mi heroína favorita, lejos), pero que ese prototipo inculque mayores valores como la fortaleza, el carácter, la determinación y la autonomía. Porque eso es lo que están necesitando nuestras niñas, ante las absurdas amenazas de un mundo abusivo y oscuro.
En este mismo sentido, volviendo a Playboy, creo que el estándar de belleza que ha implantado Playboy y las revistas que le han seguido alrededor del mundo, sea sólo una imagen de una revista, y no incentive un deseo urgente por cambiar las apariencias físicas a como dé lugar; sólo para atraer EL HOMBRE que le va a cambiar la vida. Y, para los hombres, bueno... sigan buscando su Conejita Playboy. Depronto encuentren alguna que verdaderamente les cambie la vida.
La primera portada de Playboy (1953) - Fuente: NY Daily News |
(Aquí debo reconocer que no conozco a profundidad la revista -salvo porque en la escuela de Periodismo se resaltaba la calidad de "las plumas" que escribían para la publicación: desde Ray Bradbury, pasando por Truman Capote -uno de mis escritores favoritos-, Gabriel García Márquez y, más recientemente, Haruki Murakami). Pero sé quiénes ha posado y cómo.
El segundo estándar es más complicado para las mujeres; y creo que es lo que nos sigue jodiendo la cabeza, el corazón y la autoestima:
Disney ha retratado durante muchas décadas las historias de mujeres que han vivido en la desgracia y con un futuro desesperanzador. Siempre "en la mala", con familias déspotas, desprovistas de cariño, ansiosas por un mejor devenir; que empiezan a alterarse, fruto de la angustia y la desesperación: se hacen amigas de enanos (que hartas ganas le tienen), hablan con los animales del bosque, dejan los zapatos tirados en las fiestas... Un desastre total, que uno ni siquiera quisiera tener de amigas.
La Bella Durmiente, Belle, La Cenicienta y... Frida Kahlo |
Pero sus historias dan un giro; y, por arte de magia de las hadas, los ángeles, los duendes y cualquier otro ser irreal, sus vidas cambian y... voilá, ahí llegó el HOMBRE DE SUS SUEÑOS. Lo pongo en mayúsculas porque las princesas de Disney, que hasta ese momento estaban en la inmunda, han encontrado LO MEJOR qué les ha pasado en toda la vida, por los siglos de los siglos. Y sus historias nos dejan ese (sin)sabor de TODO en la vida va a ser MEJOR cuando llegue MI HOMBRE.
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Yo puedo decir que yo me casé con un príncipe. Sí, así es: rubio, ojiazul, de acento extranjero, muy encantador. Yo creí que había venido a salvarme la vida. Y, años después, yo tuve que salvarme a mi misma de ese príncipe; y no tuve un final feliz; pero supe salir de ese encierro, en donde la angustia me llevaba a hablarle a los animales (al pug Bugalú que ya les conté). Y ahí pisoteé el estereotipo absurdo de las princesas en desgracia y la creencia que las mujeres debemos esperar por "EL HOMBRE" de nuestros sueños.
Esta claridad me ha hecho reflexionar sobre la educación en autoestima que le estamos dando a las niñas: tengo dos sobrinas, una de 11 y otra de 5 años. Y veo que las dos tienen más claro que se están construyendo como pequeñas mujeres más centradas, más empoderadas, enfocadas en ser niñas con capacidades intelectuales y morales que las hacen más fuertes y resilientes; que en princesas que son criadas para que alguien les "mejore" la vida -ya sea emocional, económica o socialmente.
Los personajes del caricaturista chileno Alberto Montt, Laura y Dino (su alter ego) |
Con el perdón de las madres y los padres de niñas que leen esto -que sé que hay muchos que auspician y ven con ternura disfrazarse a sus chiquitas como princesas- me gustaría hacer una humilde y sentida sugerencia: hay otras figuras femeninas que pueden ser rescatadas para proponerles a sus niñas, sin que pierdan la inocencia. No importa si la misma princesa sea Elsa, de Frozen (mi heroína favorita, lejos), pero que ese prototipo inculque mayores valores como la fortaleza, el carácter, la determinación y la autonomía. Porque eso es lo que están necesitando nuestras niñas, ante las absurdas amenazas de un mundo abusivo y oscuro.
En este mismo sentido, volviendo a Playboy, creo que el estándar de belleza que ha implantado Playboy y las revistas que le han seguido alrededor del mundo, sea sólo una imagen de una revista, y no incentive un deseo urgente por cambiar las apariencias físicas a como dé lugar; sólo para atraer EL HOMBRE que le va a cambiar la vida. Y, para los hombres, bueno... sigan buscando su Conejita Playboy. Depronto encuentren alguna que verdaderamente les cambie la vida.