La definición de los sueños es tan amplia como cada uno quiera concebirla. Hay quienes sueñan fama, fortuna y poder, no importa el cómo lo logren. A muchos les hace ilusión tener una pareja, una familia, casa, carro y beca. A unos, con menos intenciones de estabilidad, hacen todo lo posible por viajar, conocer, vivir y oler nuevas experiencias. Y así: somos personas que soñamos, más que lo que podemos lograr.
Para mi, en particular, los sueños están más unidos a los sonidos. Yo sueño con poder ver en vivo a músicos, bandas y puestas en escena que he añorado oír toda la vida, y que sólo lo he logrado a través de los discos (y, más recientemente, de la fantástica aplicación Spotify). Y sé, perfectamente, quiénes han sido los precursores de mis sueños musicales. Así que me voy a permitir, con su permiso, a contarles lo que es un sueño cumplido (un sueño musical, para ser más exactos).
Empiezo así:
Cuando tenía, más o menos, 6 o 7 años, mis papás compraron el primer equipo de sonido con sistema de CD, en San Andresito (que es la zona de ventas de mercancía al por mayor y al detal, por lo general de contrabando). Para tener algo para oír, compraron casi que al azar varios discos. Y, por alguna razón que aún no entiendo, compraron el "Joshua Tree", de U2.
Alguien que me quiso mucho me regaló la discografía completa de U2. A esa persona, un enorme gracias. |
A partir de ahí yo me E NA MO RÉ de U2. Cómo bien intenso que es uno a esa edad, me "pegué" a oírlos. A tratar de entender qué era esa profundidad en las letras, a los acordes, a esos cuatro irlandeses tan extraños y hermosos; y escogí a Bono como el padre de mis hijos. (Imaginarios, cómo no).
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Toda mi vida he seguido a U2. Marcó mi profundo interés y gusto por el rock (cuando aún hacían rock, y del bueno). Y, gracias a ellos, a ese "Joshua Tree" que vi en octubre de 2017, canté a viva voz y que sentí con toda la energía de mi cuerpo, puedo decir que siento una fascinación por toda la música (aunque con contadas excepciones, como el vallenato. Pero ese es otra tema).
"The Joshua Tree", que considero una joya del rock y sin duda uno de mis discos favoritos |
Si bien pude ver a U2 en Santiago de Chile en 2011, en la gira 360, el concierto del 8 de octubre de 2017 fue mi sueño. La diferencia es esta:
Cómo yo lo viví hoy, la gira "The Joshua Tree Tour" se centra en la música -no en estructuras espectaculares pero inútiles, como la famosa araña del 360- pero que no hay mayor atención sobre la música.
La increíble pantalla LED, muy diferente a la espectacular araña de la gira 360 |
Por eso, más valioso aún, la gira pasada se centra en la época de oro de U2. La época de las letras con sentido, con un mensaje contundente; de una música muy bien elaborada.
Y en el concierto de hace un año me di cuenta, a los 36 años, que lo que yo amé cuando niña seguía teniendo vigencia. Incluso, de ese sweetheart Bono, el del sombrero, sigue siendo el que patea el piso y aviva con rabia al cantar "Sunday Bloody Sunday", que esa noche me hizo desangrar el corazón con "Bad" o "Red Hill Town". Y volví a sentir la misma fascinación y magia que tuve a los 6 años.
Bono, que 30 años después, sigue siendo mi amor platónico |
De camino a casa pensé en este sueño. Y concluí que los sueños sí se cumplen. No al pie de la letra de cómo uno los redacta en su corazón, pero lo importante es que se acerquen.
El mío fue 30 años después. Sí, un poco endeudada para poder comprar la boleta de cancha -obvio, yo estaba ilusionada de ver a Bono lo más cerca posible y gastarme esta vida y la otra para estar allá, para que me subiera a la tarima en "Tryin' to throw your arms around the world" (que no cantaron) y poderle robar un beso (como a Carlos Vives, pero en inglés). Pero pude ir, al fin y al cabo, a brindar por ellos y gozar hasta más no poder.
Quien escribe estas líneas: una fan enamorada |
No voy a decir "ahora me puedo morir tranquila". No. Voy a planear los próximos sueños musicales de los próximos 30 años. Ya éste está chuliado en mi corazón.
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