jueves, 11 de octubre de 2018

#YoNOSoy____

Hoy se conmemora el Día Internacional de las Niñas, a las que celebramos hoy y cada 11 de octubre. Hay quienes se preguntan de la necesidad de instaurar un día para las niñas, pero por qué no para los niños. Una respuesta puede ser porque las niñas son los seres más delicados y frágiles que hay. Son las mujeres en potencia: las que llevan todo el peso de un género que, ante un mundo desequilibrado en muchos sentidos, tienen que buscar la manera de sobresalir, ya sea por su inteligencia, su belleza, su astucia o su fortaleza -o todas las anteriores.

Fantástica campaña de la ex primera dama Michelle Obama: Global Girls Alliance


De las niñas esperamos que se hagan lo suficientemente fuertes y capaces, para que logren competir en franca lid con sus pares hombres -o, que por lo menos, no se dejen aplastar por ellos. De algunas se espera en muchos casos, que sean "princesas": esas bellas inocentes de las que se espera nunca pierdan su ingenuidad; son tan protegidas -y hasta sobreprotegidas- para que no les pase nada, no tengan que enfrentar la vida real; y que, ojalá, nunca pisen el suelo y no bajen de su nube. De las que se anhela que en el futuro encuentren un "príncipe", que las rescate y que jamás las haga sufrir.

Pero, tal como lo veo una y otra vez en las noticias, perdemos a estas lindas princesitas a manos de lo peor de la maldad humana. Tengo la percepción que a las niñas no sólo no las estamos protegiendo lo suficiente, sino que no las incentivamos a que sean capaces de atender las señales de alerta cuando puede haber algún tipo de abuso; a que no se les deje solas ante un posible riesgo para su integridad, salud mental y física, a su propia moral y autoestima.

En esto creo

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Hace pocos días, se difundió escasamente la información de una niña de 11 años en la Costa Caribe colombiana, Génesis, a la que abusaron, torturaron y asesinaron. Las razones no son claras y el objetivo no parece identificarse: ¿por qué hay una maldad desbordada, que es capaz de ensañarse con una niña -con las niñas en particular? ¿Por qué vemos, una y otra vez, que las niñas son las víctimas más comunes, a las que se les ataca con tanta frialdad y alevosía?

Y la única respuesta que dimos ante esta atrocidad:

#YoSoyGénesis

Un caso muy similar ocurrió en diciembre de 2016, que estremeció a la sociedad bogotana: el de la violación y asesinato de la niña Yuliana Samboní, a manos de un arquitecto miembro de una familia muy reconocida.

(Aquí no entraré en detalles, porque el caso fue muy publicitado. Y más aún, no pronunciaré el nombre del monstruo que cometió el acto, por respeto a la memoria de la niña).

Ese caso en particular me llegó hasta lo profundo del corazón. Me afectó a tal punto, que debí ausentarme de todo tipo de noticias y redes sociales, porque lo sentí muy propio y me produjo un duelo profundo. Lo sentí muy cerca, incluso geográficamente, porque vivo exactamente en la mitad desde el humilde barrio en el que vivía Yuliana y el lujoso edificio donde vivía el depredador; desde mi ventana veo el barrio Pardo Rubio y desde otro ángulo, alcanzo a ver el sector de la exclusiva zona G donde está ubicado el apartamento.

Como muchos ciudadanos indignados y tristes, visité su lugar de fallecimiento. Puse flores, prendí velas en nombre de mi familia, oré por ella y por su familia, indígenas de la región del Cauca (al sur de Colombia), desplazados por la violencia por culpa de los actores armados y que llegaron a Bogotá para buscar oportunidades -paradójicamente, para trabajar en las casas de familias ricas como las del asesino de Yuliana.

Y en redes se empezó a difundir un símbolo, como una forma de solidaridad con su memoria. Todos nos llamamos como ella, para no olvidar:

#YoSoyYuliana

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En el curso de estos años, tristemente vemos que han seguido miles de casos más que han afectado la vida de las niñas. Muchas de ellas ni siquiera merecen una mención y, mucho menos, un hashtag en redes sociales.Y me empecé a preguntar:

¿Para qué han servido los #YoSoy______ 
(ponga el nombre de la siguiente niña abusada/asesinada/desaparecida)

A lo que concluí: para nada. 

Es el símbolo más inútil para guardar la memoria de una víctima. No nos la devuelve, no le hace justicia. No nos identifica. 

Nosotros no somos #YoSoy ni Yuliana, ni Génesis, ni ninguna de esas niñas que pertenecen a otras condiciones sociales y económicas; que, tristemente, no tienen la atención y privilegios que tienen las niñas de ciudades, esas princesitas sobreprotegidas que tienen garantizado el cuidado de todos a su alrededor.

Sí: podemos ser solidarios con ellas, porque algunos entendemos los difíciles contextos de donde vienen las Yulianas y las Génesis. Pero un hashtag no hace nada por ellas ni por cambiar las realidades de las otras niñas en condiciones de escasez, atraso e ignorancia.

Cada vez estoy más convencida que ese ciclo vicioso puede empezar a retroceder si se le da a las niñas nuevas herramientas: que tengan las garantías plenas para estudiar, lo que les empieza a dar elementos de juicio suficientes para empezar a tomar su propio futuro. Si tienen mayor información, se puede empezar a contener la tasa de embarazos adolescentes, de violencia intrafamiliar y abuso.

(Ante esto, hay un sinfín de iniciativas poderosas, que han trabajado especialmente con las niñas, que recomiendo conocer: BeGirl, liderado por la colombiana residente en EEUU Diana Sierra; y TirandoPorColombia).

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A manera de conclusión, pensemos en las niñas que tenemos alrededor. 

Las mías, mis sobrinas Isabella (12) y Elisa (5), son dos mujeres en potencia que están creciendo con mucha gracia, inteligencia y belleza. No esperan ser princesas, porque ellas saben que tienen todas las capacidades para ser heroínas de su propia historia. Pero saben que hay niñas que no cuentan su misma historia; pero no es necesario un hashtag para recordarlas. 


























lunes, 8 de octubre de 2018

A UN AÑO DE UN SUEÑO CUMPLIDO

La definición de los sueños es tan amplia como cada uno quiera concebirla. Hay quienes sueñan fama, fortuna y poder, no importa el cómo lo logren. A muchos les hace ilusión tener una pareja, una familia, casa, carro y beca. A unos, con menos intenciones de estabilidad, hacen todo lo posible por viajar, conocer, vivir y oler nuevas experiencias. Y así: somos personas que soñamos, más que lo que podemos lograr.
Para mi, en particular, los sueños están más unidos a los sonidos. Yo sueño con poder ver en vivo a músicos, bandas y puestas en escena que he añorado oír toda la vida, y que sólo lo he logrado a través de los discos  (y, más recientemente, de la fantástica aplicación Spotify). Y sé, perfectamente, quiénes han sido los precursores de mis sueños musicales. Así que me voy a permitir, con su permiso, a contarles lo que es un sueño cumplido (un sueño musical, para ser más exactos).
Empiezo así:
Cuando tenía, más o menos, 6 o 7 años, mis papás compraron el primer equipo de sonido con sistema de CD, en San Andresito (que es la zona de ventas de mercancía al por mayor y al detal, por lo general de contrabando). Para tener algo para oír, compraron casi que al azar varios discos. Y, por alguna razón que aún no entiendo, compraron el "Joshua Tree", de U2.
Alguien que me quiso mucho me regaló la discografía completa de U2. A esa persona, un enorme gracias.
A partir de ahí yo me E NA MO RÉ de U2. Cómo bien intenso que es uno a esa edad, me "pegué" a oírlos. A tratar de entender qué era esa profundidad en las letras, a los acordes, a esos cuatro irlandeses tan extraños y hermosos; y escogí a Bono como el padre de mis hijos. (Imaginarios, cómo no).
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Toda mi vida he seguido a U2. Marcó mi profundo interés y gusto por el rock (cuando aún hacían rock, y del bueno). Y, gracias a ellos, a ese "Joshua Tree" que vi en octubre de 2017, canté a viva voz y que sentí con toda la energía de mi cuerpo, puedo decir que siento una fascinación por toda la música (aunque con contadas excepciones, como el vallenato. Pero ese es otra tema).
"The Joshua Tree", que considero una joya del rock y sin duda uno de mis discos favoritos
Si bien pude ver a U2 en Santiago de Chile en 2011, en la gira 360, el concierto del 8 de octubre de 2017 fue mi sueño. La diferencia es esta:
Cómo yo lo viví hoy, la gira "The Joshua Tree Tour" se centra en la música -no en estructuras espectaculares pero inútiles, como la famosa araña del 360- pero que no hay mayor atención sobre la música.
La increíble pantalla LED, muy diferente a la espectacular araña de la gira 360
Por eso, más valioso aún, la gira pasada se centra en la época de oro de U2. La época de las letras con sentido, con un mensaje contundente; de una música muy bien elaborada.
Y en el concierto de hace un año me di cuenta, a los 36 años, que lo que yo amé cuando niña seguía teniendo vigencia. Incluso, de ese sweetheart Bono, el del sombrero, sigue siendo el que patea el piso y aviva con rabia al cantar "Sunday Bloody Sunday", que esa noche me hizo desangrar el corazón con "Bad" o "Red Hill Town". Y volví a sentir la misma fascinación y magia que tuve a los 6 años.
Bono, que 30 años después, sigue siendo mi amor platónico
De camino a casa pensé en este sueño. Y concluí que los sueños sí se cumplen. No al pie de la letra de cómo uno los redacta en su corazón, pero lo importante es que se acerquen.
El mío fue 30 años después. Sí, un poco endeudada para poder comprar la boleta de cancha -obvio, yo estaba ilusionada de ver a Bono lo más cerca posible y gastarme esta vida y la otra para estar allá, para que me subiera a la tarima en "Tryin' to throw your arms around the world" (que no cantaron) y poderle robar un beso (como a Carlos Vives, pero en inglés). Pero pude ir, al fin y al cabo, a brindar por ellos y gozar hasta más no poder.
Quien escribe estas líneas: una fan enamorada
No voy a decir "ahora me puedo morir tranquila". No. Voy a planear los próximos sueños musicales de los próximos 30 años. Ya éste está chuliado en mi corazón.

TRAMITOMANÍA PANDÉMICA

En su libro de ensayo, “Pa que se acabe la vaina” (Planeta, 2021), William Ospina hace un retrato fiel y, a la vez, un tanto agobiante del E...