martes, 11 de enero de 2022

TRAMITOMANÍA PANDÉMICA

En su libro de ensayo, “Pa que se acabe la vaina” (Planeta, 2021), William Ospina hace un retrato fiel y, a la vez, un tanto agobiante del Estado colombiano a partir de aquel vicio llamado “tramitomanía”. De ese aparato anquilosado, propio de las sociedades que necesitan tener una validez en la formalidad, aún si les cuesta billones de pesos al año o una estrategia decidida de modernización y agilidad institucional. 


“De esos trámites deriva cada pequeño funcionario su omnipotencia, porque el Estado colombiano ilustra bien ese fenómeno de un sector social que encuentra en su escritorio, en su ventanilla, en su archivo, en sus sellos, en su antesala o en su portería, un lugar donde ejercer la omnipotencia. Ya sabemos que cada portero es el rey de su puerta, y cada funcionario inventa su código personal, que nadie tiene tiempo de ir a comparar con las leyes”. 



Fuente: https://caracol.com.co/programa/2014/01/22/audios/1390391040_060440.html


Aquí resulta inevitable traer a la memoria a NestorElí, ese entrañable personaje del gran Jaime Garzón en su reparto del programa “Quac, el noticiero”, portero del Edificio Colombia, que simboliza al celador infaltable en la fauna nacional. Nadie más desconfiado, pocos tan arbitrarios como él y dueño de un micropoder capaz de cerrar puertas a discreción, de abrir carteras para revisar pertenencias y de observar detalladamente el movimiento de los civiles en sus indiscretas pantallas del circuito cerrado de televisión.




Fuente: https://www.elheraldo.co/tendencias/jaime-garzon-presente-en-la-memoria-de-los-colombianos-16-anos-de-su-muerte-211439


“Tramitomanía” pandémica


No hay escenario donde se exhiba mejor este micropoder que en los centros de vacunación. Largos meses, tiempos muertos e interminables filas para acceder a la primera dosis de cualquier laboratorio y, ojalá una segunda de refuerzo, han consolidado la majestad criolla de quienes tienen, bajo su leal saber y entender, el criterio de determinar a quiénes se les otorga la cartulina blanca de MiVacuna.


Si no tiene la edad, no entra. Si la fecha de la dosis no está especificada, le toca volver después. Si no consiguió cita, vaya y la pide. Si en la empresa sólo le dieron permiso ese día para ir, ese no es mi problema. Si ya le tocó vacunarse en contra de sus libertades personales, porque no le permiten la entrada a ningún sitio público, pues quién lo manda si ya sabe cómo se ponen. 




Fuente: https://www.portafolio.co/economia/gobierno/todo-lo-que-debe-saber-sobre-requisito-del-certificado-de-vacunacion-covid-19-558131


Ahora es el endeble salvoconducto blanco de MiVacuna el que se ha convertido en el documento indispensable para ejercer actividades cívicas y sociales. El que demuestra con sellos delebles que cada persona es apta para compartir con pares y no es un “homicida viral” al interior de los espacios públicos. Nuevamente, Ospina apunta a cierta sinrazón en lo que hoy podría catalogarse como una “tramitomanía” pandémica:


“La eficacia del Estado es otra: (…) someter a todo el que llegue a sus ámbitos a un proceso de incorporación en los arcanos de la documentación, de las fotocopias, los sellos, las idas y las venidas de un mundo donde los papeles son una suerte de inescrutables divinidades (…)”


Dicho sometimiento obliga a someterse a los designios estatales, o bien, a recurrir al viejo de adagio de “hecha la ley, hecha la trampa”. Este ya un principio rector que, de alguna manera u otra, ha ayudado a sobrellevar la relación entre el Estado y los ciudadanos. Hay bastantes ejemplos que lo ilustran a lo largo de nuestra historia. Y está claro que en un escenario de pandemia, donde las normas se han hecho aún más rígidas y muchas veces indiscutibles, era una cuestión que se daba por sentada.


La alteración de los certificados de vacunación no parece ser novedosa y tampoco es un sorprendente “emprendimiento”, porque responde a ese tradicional engranaje “tramitomaníaco” plasmado en un papel fácilmente falsificable. La cartulina legal, con el registro del esquema de vacunación, no debe costar más de $2.000. Mientras que el expedido en el bajo mundo cuesta $200.000, con sus sellos y tintas adulteradas que, como dice Ospina, “nadie tiene tiempo de ir a comparar con las leyes”, es decir, con las legítimas. 




Fuente: https://caracol.com.co/radio/2021/02/24/judicial/1614190513_483175.html

Tramitomanía 2.0


Sin saber de tecnología, pero esperando una remota modernización del Estado colombiano, podría preguntarse si elementos como el código de barras que está al respaldo de la cédula de ciudadanía, o la implementación de unos códigos QR medianamente sofisticados, podrían servir para enlazar la información que contiene MiVacuna sobre los esquemas de vacunación y agilizar los procesos de revisión en los sitios públicos. 



Fuente: https://www.eltiempo.com/historias-el-tiempo/carnet-de-vacunacion-digital-como-descargar-el-certificado-629774

Presumiblemente, esto le podría evitar el desgaste físico a la cartulina de los que sí han sido vacunados. Pero ante todo, podría frenar con cierta agilidad técnica el quebrantamiento de la Ley por parte de quienes prefieren asumir unos altísimos costos con tal de no vacunarse, pero que acatan la “tramitomanía” pandémica a través de la imitación.


De cualquier forma, los colombianos parecemos estar destinados a someternos a esas “inescrutables divinidades” como nombra Ospina a los documentos y sus sellos. Al no me le comprometo o eso se le demora de los funcionarios públicos y privados. Y, por supuesto, a los NestorElís y su monarquía en cada portería, ejerciendo su poderoso micropoder en esta pandemia. 











martes, 9 de marzo de 2021

LOS 99,5 AÑOS

Hace unos meses caminaba por la calle con mi sobrina Elisa, que tiene ocho años. Hablando sobre su colegio y las materias que más le gustaban, yo le declaraba mi admiración por su especial talento creativo y su sensibilidad hacia el arte. Ella me respondió que, en efecto, lo que más le gustaba hacer era pintar, pero que también tenía muchos más intereses que quería explorar en su adultez:

- "¿Te digo algo, tía Pili? Yo no quiero tener hijos".

Tratando de disimular mi absoluta sorpresa por tremenda frase dicha por una niña de esa edad, incentivé a que me contara las precoces razones de su determinación.

- "Es que yo quiero tener siete trabajos. Mira, quiero ser astronauta, presidenta, artista, escritora... y otras cosas que no me acuerdo. Pero no me dejaría tiempo para tener hijos y cuidarlos".

Me dejó absolutamente consternada. Sólo atiné a decirle que esa era una decisión que aún no tenía que tomar y que todavía faltaba mucho tiempo para que eso pasara. Pero sí me aseguré en reforzar una idea fundamental para la autoestima: ella va a poder ser lo que ella quiera ser. Sin limitaciones, sin prejuicios, sin que nadie le limite lo que ella quiera para sí misma. Porque tiene un inmenso talento para todo.

Fuente: https://www.coolmaison.com/ilustraciones-bonitas/


Cuando yo tenía la edad de Elisa, esa idea no estaba presente en mi familia. Y entre las niñas y jóvenes de la generación a la que pertenezco, aún no era popular el pensamiento que bajo nuestra propia decisión podríamos convertirnos en el modelo de mujer que queríamos ser, sin restricciones de ningún tipo. No por lo menos en las condiciones sociales, económicas y culturales que hoy persisten.

Por eso, cuando oí la determinación de mi sobrina, tuve una mezcla de admiración y envidia. A mi nunca me dijeron que podía ser lo que yo quisiera. Ni que podía contemplar los sueños más ambiciosos, porque la insensatez no tenía cabida. 

***

A las mujeres se nos ha recalcado con los años, de manera explícita o implícita, que tenemos limitaciones reales. Que la competencia con el mundo masculino siempre va a la pérdida. Que los esfuerzos intelectuales, personales y laborales nunca tendrán el verdadero reconocimiento que se merecen. Y que la misma lucha con nuestras propias pares son un juego de "codazos", quién pasa por encima de quién, y de tener que asumir unos malogrados mecanismos para ascender en la vida. Sea vertical u horizontalmente hablando (if you know what I mean).

Que hemos accedido a lugares tradicionalmente masculinos, cómo no, y de maneras espectaculares. Que hemos abierto puertas antes cerradas, por supuesto. Que vamos abriendo caminos que no se habían transitado antes por mujeres, sin duda alguna. Los ejemplos abundan y nos causan absoluta admiración.

Pero a pesar de eso, cuando se ha descubierto que la brecha de género se demorará en cerrarse 99,5 años, y que la paridad de género en salario, trabajo, salud, seguridad social y educación se tomará casi un siglo en resolverse, es algo que tal vez sólo las niñas que sucederán a mi sobrina Elisa alcanzarán a ver por completo.


Ser mujer es un trabajo de tiempo completo 

Yo he vivido en carne propia lo que es la diferencia de salarios, y creo que la mayoría de mujeres en mi entorno también. He tenido compañeros con exactamente las mismas responsabilidades, cargas, trayectoria y tiempo invertido a los que se les ha pagado sustancialmente mejor que a mi. 

He conocido casos cercanos de quienes han sido despedidas sin justa causa por estar embarazadas, mientras a sus colegas masculinos se les ha ascendido. 

A muchas nos han descartado de oportunidades laborales porque en los ambientes a los cuales nos presentamos con excelentes credenciales ya hay "demasiadas" mujeres y prefieren un hombre para "equilibrar" tantas hormonas (esto es cierto: se lo oí decir a una antigua jefa mía cuando estaban seleccionando nuevo personal para la agencia de comunicaciones en la que trabajé hace unos años). 

O porque, eventualmente, en las oficinas de recursos humanos de las empresas detectan en nuestro registro laboral un proyecto "alterno" para crear una familia, lo cual representa muchos números para el empleador en términos de salud, licencias de maternidad, imposibilidad de removernos de nuestro sitio de trabajo a su discrecionalidad y otros "inconvenientes". 

***

En el contexto de la pandemia del Covid-19 y sus múltiples consecuencias, hay un nuevo/viejo elemento: el del trabajo en casa. Al estar 100% del tiempo encerrados, sin ayuda doméstica (si se tiene la opción de tenerla), el cuidado del hogar y de la familia se convirtió en una carga casi por completa para la mujer. 

Tradicionalmente, hemos sido las mujeres las que hemos sido enseñadas a limpiar, cuidar y mantener el entorno, pero no lo teníamos que hacer de manera permanente y casi de forma exclusiva.

Ahora, a la mujer se le ha recargado estas funciones, más la supervisión de los hijos y sus dinámicas escolares en la virtualidad. Hay que decirlo como es: son excepcionales los ejemplos de los hombres que han aprendido y asumido como propias las tareas de la casa. Pero por machismo, por pereza y por desinterés, han asumido que esas funciones son enteramente femeninas.



Aquí surge nuevamente un concepto que no ha sido tan difundido, el de la economía del cuidado.  Es el concepto de retribuir lo que por muchos años la mujer ha hecho, y que en términos económicos representa un valor real, como el de cualquier trabajo que requiera esfuerzo intelectual. Y que, en ese sentido, debería ser remunerado según el tiempo invertido. 

(Cómo será de importante, que el Departamento Nacional de Estadísticas -Dane- de Colombia, y la ONG Oxfam International crearon un simulador del trabajo doméstico, donde se puede medir el aporte y el tiempo invertido al trabajo del hogar).

***

Otro de los elementos más graves de la pandemia es el empobrecimiento real de las mujeres. Muchas de las que tenían un trabajo fueron despedidas, o por las condiciones familiares debieron renunciar. 

Dejaron de tener un salario, prestaciones sociales, una autonomía financiera que se habían ganado con esfuerzo. Han tenido que iniciar emprendimientos con sus propios saberes, retomando sus habilidades gastronómicas y de autogestión.

Pero ellas no se educaron para hacer eso, de forma permanente y como única actividad económica. Todas tienen carreras universitarias, estudios de posgrado, trayectorias en donde han sido exitosas y relevantes para sus campos profesionales. Y si bien no se amilanan ante lo que ahora tienen que hacer para hacerle frente a las dificultades de la pandemia, lo sienten como un duro retroceso en su progreso.


El cristal que se rompe 

Pero esto no es lo más delicado que está dejando la pandemia.

La obligación de la convivencia permanente y de situación de completo encierro de las familias, ha detonado una gravísima expansión de los casos de violencias en el hogar. 

Entre marzo y septiembre de 2020, se registraron cerca de 15.000 denuncias desde que se decretó la cuarentena nacional obligatoria en Colombia. 107 feminicidios. 25.000 víctimas de abuso sexual. Y los perpetradores conviven con esas mujeres. Ellas prácticamente duermen con el enemigo. 

El riesgo es real, tangible. Para su integridad física y su equilibrio mental. Una afectación a sus hijos. Y eso no tiene condición social ni económica exclusiva. No sólo ocurre en las clases bajas, porque en las medias y altas también son circunstancias que existen, pero que se callan en la privacidad del encierro.

El cristal que se rompe es la fragilidad de las mujeres que, en la intimidad de su hogar, corren tantos peligros como cuando están en la calle. Es lo que se quiebra cada vez que una niña, una adolescente o una adulta es violentada verbal, física, moral, psicológica o económicamente. O todas las anteriores, al mismo tiempo. 

La Alcaldía Mayor de Bogotá activó una línea, la 155, para que de manera gratuita las mujeres puedan pedir auxilio inmediato de las autoridades. Pero puede ser inoperante, pues si a ellas les limitan el uso del celular o, como siempre pasa, sus agresores se les revisan, no hay llamada que sirva. 

Pero con la intención firme de darles una verdadera protección a las mujeres en situación de vulnerabilidad, la Secretaría de la Mujer activó una interesante campaña en la que se alió con farmacias y supermercados para que, cuando ellas vayan a hacer las compras puedan dar una clave a los encargados de los almacenes para que así se active el proceso de protección y denuncia, en el caso que sea víctima de violencias. 

Sin embargo, aún no se sabe a cuántas mujeres ha podido apoyar esta campaña ni si ha sido realmente eficiente y efectiva a la hora de frenar este problema. 



El futuro, relegado (por ahora)

Dentro de todo esto, las más vulnerables en la cadena social son las niñas. Además de ser la "presa más fácil" de abusadores y perpetradores de violencias en su casa y en su entorno más cercano, son las que van a estar más relegadas en su avance educativo y sus posibilidades de formarse como profesionales. 

Muchas de ellas son obligadas a la ayuda doméstica, al cuidado de sus hermanos menores, a trabajos forzados y lo más aterrador, a embarazos tempranos no deseados, muchas veces producto de abusos sexuales. 

Por supuesto, los niños también corren con riesgos latentes en su casa. También son obligados a trabajar antes de cumplir la mayoría de edad. Pero está claro que sus pares femeninos tienen que asumir unos roles inadecuados, injustos y extemporáneos para su edad y sus condiciones. 

En este difícil panorama, el viejo e inútil debate de la lucha de géneros no contribuye a encontrar una solución, por lo que sí debe prestarse atención sobre la manera en la que las niñas pueden estar atrasándose nuevamente en lo que ya se creía ganado: su formación académica, en la elección de una vocación acorde a sus habilidades, a encontrar un proyecto de vida aparte de ser madres y estar dedicadas únicamente al hogar.

Mensajes como la autonomía femenina, el bien expandido concepto del empoderamiento (por no decir utilizado hasta el cansancio), la determinación propia y la elección personal que las niñas deberían tener como un derecho propio, deben difundirse a través de acciones muy concretas y certeras para ellas.

Mi sobrina Elisa tiene el privilegio de decir, a sus ocho años, que tiene varias opciones para elegir su camino personal y profesional. Puede que, a la larga, se dé cuenta que muchos de sus proyectos eran unas lindas fantasías, mientras se da cuenta que sus habilidades la llevarán a hacer otras cosas más factibles que ella igual tendrá la fortuna de escoger.

Sí: las mujeres podemos hacer lo que queramos. Ser lo que nos propongamos, así no nos hayan incentivado en nuestra propia infancia a pensarlo así. 

Pero hay otras niñas y mujeres que no tienen muchas opciones para escoger. Tal vez ninguna, o muy reducidas. Aparentemente. 

Para ellas es que deben volcarse las estrategias del Estado, del sector privado y la sociedad en todo su conjunto, para que esa brecha de género que ahora nos falta 99,5 años en superar se acorte al mínimo.

El verdadero desafío que tenemos es que todas las mujeres, las que están en ciernes y las adultas, puedan soñar con las opciones y posibilidades. Y que las puedan llevar a la realidad. Que esa sea su verdadera prerrogativa.

domingo, 21 de febrero de 2021

UNA VUELTA POR EL UNIVERSO: LA TOMA DE YAJÉ EN LA CIUDAD

 
La selva de concreto nunca fue tan real: la toma del Yajé en Bogotá ha trasladado las prácticas rituales de las comunidades indígenas, para convertirse en un divertimento de occidentales que buscan nuevas experiencias sensoriales sin tener que ir más lejos que el centro de la ciudad.
 
No sé si las piernas me tiemblan del frío o del susto: en la puerta del ascensor dejo la poca capacidad de racionalizarlo todo, incluso el motivo por el que vengo a este lugar. El corazón me late a mil. He llegado a un apartamento en la Candelaria a una toma de Yajé. No dejo de pensar en las palabras de mi amigo Benjamín, tratando de persuadirme. “La toma del Yajé es un rito que no debe ser sacado de contexto, la idea es estar en medio de la naturaleza”.
 
No estoy en las selvas del Putumayo. La única naturaleza cercana son los cerros al oriente de Bogotá cubiertos por la espesa niebla. “Por eso, no tiene sentido que tomes en la ciudad: nunca vas a sentir lo mismo, nunca vas a ver lo mismo. Mejor, vete de viaje”. Imposible, por ahora. Aquí estoy y, si no entro en pánico, aquí me quedo.
 
Desde que acepté la invitación he estado tratando de prepararme psicológica y físicamente para la toma. No he conocido nada similar. He tenido experiencias ocasionales con la marihuana, pero nada del otro mundo. Pero esto sí promete llevarme a “una vuelta por el universo”, como cantaba Gustavo Cerati.
 
Llevo dos días sin comer carne y tomando mucha agua, para que me “coja bonito”, como me lo recomendó Miguel, quien será mi anfitrión en la toma. Pero nada me lo garantiza: ¿qué tal que tenga tanta basura por dentro, que esto sea un estrellón contra el mundo?
 
Dos días antes había conocido a Miguel, productor de cine y televisión, quien lleva dos años y medio en el cuento. Me invitó a tomar Yajé a su apartamento el domingo en la noche, aprovechando la presencia de un Taita del Putumayo en Bogotá. “¡Qué bueno que vino! Yo pensé que se iba a correr. ¿Cómo está? ¿Muy asustada? Fresca, que de aquí no sale igual”.
 
Me imagino que la mezcla entre el frío y la cara de ponqué para disimular la incertidumbre de lo que se iba a venir esa noche mostraba lo inocultable: mi ansiedad por entrar al mundo urbano del Yajé, bebida que se toma entre las comunidades indígenas del Putumayo, el Vaupés y el Caquetá, y en otros países como Ecuador y Bolivia. Extraído de un bejuco, generalmente es consumido en rituales en donde son conocidos los efectos purgantes y alucinógenos, producto del contenido alcaloide de la planta.

https://vagamundosradio.com/cultura-kamentsa-el-origen-de-un-pueblo-en-la-experiencia-del-yaje/

 
Sentada en la sala de paredes naranja, me pregunto por las razones que tienen algunos para meterse en esto de lleno: ¿Descubrir nuevas experiencias alucinógenas? ¿Tener una rumba diferente? ¿Encontrar ese Yo perdido?
 
Tal vez, todas las anteriores. La toma urbana del Yajé muestra la manera en la que Occidente busca en otras partes lo único de lo cual no ha podido autoabastecerse: de paz interior y autoconocimiento. Tengo curiosidad de comprobar si en realidad es una exploración personal a través de nuevas experiencias alucinógenas en la ciudad o un negocio donde se refleja la malicia indígena y la torpeza del blanco.
 
 
La torpeza del blanco se toma la malicia indígena
 
Jorge Morales, profesor de antropología de la Universidad de los Andes, considera que este auge en la toma de Yajé se produce por un aislamiento del contexto tradicional de la cultura indígena, por el paso de la selva a la ciudad. “También hay una redefinición de ese contexto indígena, que se manifiesta a través de varias experiencias: la gente que viene a ejercer como curadores a la ciudad, pero que no tiene tradición indígena, totalmente ignorante de la cosmología”.
 
El antropólogo observa que las personas que toman Yajé como una experiencia individual o colectiva, guiados por un chamán, lo hacen en el contexto de una fiesta o en un fin de semana en una finca. “Le dan tanta seriedad como si fueran a fumar marihuana”, como lo califica.
 
Ese paso de la selva a la ciudad no es nuevo. El profesor Morales encuentra que existe un contacto entre la medicina tradicional y la ciudad desde hace mucho tiempo, y que el indígena ya está bien adaptado a lo occidental. “Están en una economía de consumo: cobran por sus servicios, compran las hojas de Boldo a crédito a los almacenes de químicos en San Victorino, que son las que utilizan en el rito del Yajé”.



 
Y no sólo eso: también ofrecen sus servicios de protección de los blancos para los viajes, pues la clientela urbana va convencida del poder de sanación, porque tiene fe en que los conocimientos aprendidos son muy antiguos –lo cual es cierto– y que esto los va ayudar.
 
El historiador Fabio Zambrano me lo explicó en otros términos: “si la gente cree en algo, ese algo existe. Si no, no existe.  Sin rito, no hay credibilidad; y quien maneja el rito, tiene el poder”. Como investigador de temas urbanos, Zambrano explica que, a partir de la toma de Yajé, la ciudad desaparece en singular y aparece en plural: hay una multiplicidad de culturas y de opciones para escoger; no hay una visión única del mundo. Y, en esa medida, no hay que lamentar la entrada de las tradiciones indígenas a la ciudad.
 
Salvo cuando se abusa de estos rituales. “Desde hace unos nueve o diez años, el tema ha cogido mucha fuerza y se volvió ‘in’, sobretodo por la proliferación de chamanes y de comunidades cristianas, que lo han adoptado como rito”, dice el toxicólogo Camilo Uribe, director de la clínica Uribe Cualla. “No ha habido gran cantidad de pacientes intoxicados con Yajé; pero los que han llegado, han sido muy graves”.
 
El doctor Uribe recuerda casos como los de un médico anestesiólogo que le dio a tomar a toda su familia y perdió a sus dos hijos de seis y ocho años, así como la altísima frecuencia con que lo hacían los funcionarios del “kinder” de Gaviria, que se reunían para las tomas en lugares tan inusitados como los tradicionales Gun Club o El Jockey.
 
“El uso tradicional es muy respetable; incluso, en la reforma a la Ley 100 se busca proteger la medicina indígena. Pero traspasar esto a las ciudades, sin ningún control, es muy complicado. Es un traslado de culturas que no tiene razón de ser”, concluye el doctor Uribe.

 
En la sala de espera
 
Al igual que otras sustancias psicotrópicas de origen vegetal, como el peyote de las comunidades del norte de México, el Yajé es consumido en las celebraciones de complejos y ritualizados cultos, que son guiados siempre por el chamán, el líder de la comunidad y el guía de la sesión.  El Taita es quien administra el Yajé y dirige el curso de la toma, mas no de lo que el iniciado va a ver en la “pinta”, o visiones producidas por el alucinógeno.
 
Mi compañero de oficina Carlos Chindoy, un indígena Cametzá del sur del Putumayo, fue quien me explicó la función del Taita como guía espiritual, médico tradicional y orientador. “Taita es un nombre genérico. Nosotros lo llamamos el Thasmüa, que es el que sabe qué capacidad tiene cada persona y qué remedios hay que darle. Ahí el Yajé es muy importante, porque le da la capacidad y el conocimiento para curar una enfermedad”.
 
El Yajé también le demuestra a quién lo consume qué errores está cometiendo. En la experiencia de mi anfitrión Miguel, la bebida le puede dar una “juetera” espantosa, como califica un mal viaje, pero también le puede dar regalos. “Te muestra cosas que tú ni sabías que existían. Como dice Leono, el de los dibujos animados de los Thundercats, esto es para ver más allá de lo evidente”.
 
Esta, tal vez, sea la razón por la cual el consumo de Yajé no se ha masificado: a algunos no les gusta ver lo malito que tienen, o que son. El purgatorio que encuentra el que lo tome puede ser tan profundo como grandes sus problemas a resolver.
 
Una hora después de mi llegada al apartamento de Miguel, llega el Taita. Tratando de recrear su cara aún sin conocerlo, me lo imagino como el “Pielroja” de las cajetillas de cigarrillos. No lo es exactamente, pero parecido. Es un hombre altísimo al que le sobresalen las facciones indígenas: piel cobriza, pelo negro, nariz aguileña. No luce collares de dientes de animales y corona de plumas. Está vestido con una camisa verde pistacho en algodón cien por ciento, chaqueta de pana y zapatos de cuero, que me sonríe ampliamente y me da la bienvenida a lo desconocido.
 
Minutos después de su llegada, el Taita empieza a arreglarse para la ceremonia y a preparar todos lo implementos, guardados en cajas de cartón. Miro todo con tanta atención, que el Taita se empieza a incomodar con mi impaciente silencio. De la caja saca un tarro de plástico, con un líquido oscuro con menos de una cuarta parte. “Este es”, me lo anuncia. “Nunca se toma más que un poquito. Este Yajé no es tan bravo como otros”. 



 
Hay muchas clases de Yajé según el origen geográfico de la planta de donde se extrae, la Ayahuasca, y de la forma en que lo haga cada uno de los Taitas. Cada uno tiene su propia forma de prepararlo, según la potencia de la planta y de la intención con la que se haga la toma. Incluso, Miguel me cuenta que si un Taita quiere perjudicar a alguien, le da un Yajé malo para que tenga un mal viaje.
 
Sólo para tener referencias, busqué la opinión de amigos y conocidos. Me gustó la explicación de Carlos, mi compañero de la oficina, por tener verdadero conocimiento de causa. “Uno de los efectos es viajar astralmente. En el viaje, uno puede conocer el presente, el futuro y mirar el pasado; es como hacer una regresión de su vida. El Taita es el que la va a ayudar a mirar eso: puede ayudarle a curarse física y espiritualmente”.
 
No alcancé a entender su explicación del todo; necesitaba la opinión de Occidente. De los pocos que me dieron una respuesta, bastante contundente por cierto, fue mi amigo Álvaro. “Las dos veces que he tomado Yajé en la vida, han sido en las que me he sentido más ligero y más estafado. Esa es la propia venganza del indígena sobre el hombre blanco”. No pregunté más y preferí esperar a tener mis propias impresiones.
 
 
El decolaje
 
Ya está todo puesto en la mesa de la sala anaranjada. No dejo de sentir nervios, a pesar de la conversación amena que tenemos antes de la toma. Me alegro de haberle dicho a mis papás que me quedaba a dormir en la casa de una amiga. Ahora sí, todo lo que puede controlarse está bajo control.
 
Antes de empezar la toma nos encomendamos a Dios. El Taita le pide a Miguel que haga la oración: le da las gracias a Dios por nuestra presencia en su casa y le pide para que mi primera vez sea un buen acercamiento a Él y a mi misma. Yo trato de sonreír como gesto de aceptación, pero no dejo de pensar si al que le estamos hablando es al Dios que recibí en mi primera comunión o si será uno diferente, una adaptación libre y espontánea del que yo conozco.
 
Días después, el profesor Morales me lo explicaría: “desde el siglo XVI, las comunidades que viven en el valle del Sibundoy han estado en contacto con los misioneros. Esto hizo que los indígenas adoptaran los santos cristianos a sus propias interpretaciones y los involucraran a su sistema tradicional”. Al parecer, en las tomas el Taita se comunica con los santos indígenas y es, además, capaz de ver a los espíritus del Yajé, representados en el jaguar y la anaconda.



 
El Taita nos llama uno a uno para que tomemos de la totuma llena de Yajé. Tal como me lo indica, me arrodillo en el piso sin saber muy bien el protocolo a seguir. ¿Me doy la bendición? ¿Me arrepiento y salgo corriendo? Finalmente, escojo la primera opción: para escribir sobre el Yajé hay que tomar Yajé. Esa es la forma en la que se negocia con el Taita y, si cumplo con mi parte del trato, me deja escribir sobre lo que allí ocurra.
 
Siento todo el sabor de la selva en mi boca: a raíces profundas; a árboles gigantes; a tierra húmeda; a ríos; a bejuco. ¡Qué amargo! Mientras el líquido me quema la garganta, me siento en el sofá a esperar.
 
Trato de no quedarme dormida, porque no quiero que la “pinta” me coja desprevenida. El Taita empieza a tocar la dulzaina; me concentro en la melodía y me doy cuenta que estoy entrando. Ya no hay vuelta atrás. Pero verifico que mi parte racional no me abandone del todo; pienso que tengo que estar tranquila: nada de “friquiarme” si veo algo raro. Sé que estoy entrando a un estado alterado de conciencia. No me estreso, no me enlaguno.
 
Ya con los residuos de la razón, recuerdo las palabras del doctor Camilo Uribe: todo en el siglo XXI tiene una explicación racional, incluso los efectos del Yajé. “Por la presencia del alcaloide se producen una serie de alucinaciones, que se manifiestan en las funciones visuales, auditivas y sensibles. Además, se producen ilusiones que surgen del subconsciente y muestran lo que uno desea ver”.
 
La idea vuelve una y otra vez: por la presencia del alcaloide se produce una serie de...
 
Cierro los ojos y, como Alicia en el país de las maravillas, veo cómo voy cayendo por un túnel de paredes doradas. Las imágenes, como las de un calidoscopio, son complejas figuras geométricas de colores tan intensos como nunca antes los he visto. Llego a un circo de techo gigante, inmenso, sin fin. Las columnas que sostienen la carpa están formadas por personas sonrientes, que están subidas unas encima de otras. Me doy cuenta: esta es la Conciencia Universal y yo hago parte de ella.
 
Afuera, en plena avenida Jiménez, el cimbronazo de un fuerte rayo nos saca por un momento del trance. El Yajé no aísla los sentidos; al contrario; se agudizan de tal manera, que durante la madrugada oigo cómo cae la lluvia, la gritería de los indigentes y los perros que les ladran. Ese es mi contacto con el mundo exterior.
 
Es muy probable que mi cuerpo atraviese todos los procesos que me describió el doctor Uribe: cuando el Yajé se ingiere, tiene efectos sobre el aparato digestivo, lo que produce la conocida limpieza, que afortunadamente en ningún momento de la noche se me manifiesta.
 
El principio activo ya se ha absorbido y ha llegado al torrente sanguíneo, para pasar al sistema nervioso central. Mientras en el cerebro se va reduciendo la capacidad de las conexiones cerebrales, la frecuencia cardiaca se aumenta a 120 o 140 pulsaciones por minuto. El hígado, por su parte, se altera desde la primera vez que el Yajé es consumido; por eso, en la medida en que la esencia de la bebida toque los tejidos del corazón y del hígado, puede producirse fallas irreversibles.
 
El Yajé es supremamente intenso. Siento como si una mano poderosa tomara mi cabeza y la hiciera girar. El pensamiento también revolotea. Mi cabeza se inclina ante algo que sé que es muy poderoso, algo que no puedo ver ni racionalizar. Pero se me revela. “El poder del Yajé no puede explicarse. Esto no es un asunto de ocasión. Esto es muy antiguo, y le debo mi respeto y sumisión”.
 
El Taita me llama desde lejos y me dice que me siente derecha. Abro los ojos y obedezco. Con el manojo de las hojas del boldo, va diciendo algo que no entiendo. Tal vez por la borrachera que todavía tengo, empiezo a moverme de un lado a otro, como si estuviera en un barco. De pronto, las inclinaciones de un lado a otro se hacen más fuertes: la tierra está temblando. A pesar de estar todavía bajo la influencia del Yajé, pienso que debo tener miedo.
 
 
El aterrizaje, sin emergencias
 
Ya pasados los efectos iniciales, me duermo. Las visiones no son diferentes a las que tuve en la “pinta”. Tal como me lo dijo Carlos: “cuando uno sueña, tiene un viaje astral. Es lo mismo que pasa con el Yajé, pero aquí lo haces conscientemente”.
 
Ya de día, me despierto un poco aturdida, como si hubiera tenido el sueño más largo y complejo. Me doy cuenta que estoy en medio de un dilema: ¿cómo contar lo visto? ¿Cómo explicármelo a mi misma? Y, ante todo, ¿cómo declarar que lo vivido ha sido tan poderoso, que no vale ser escéptico?
 
El Yajé, sin duda, me dejó mucho más que una “pinta”. Me abrió los ojos a una Bogotá como una selva, más allá de la de concreto y ladrillo. Y me mostró que el universo más grande está por dentro. No hay que viajar más allá.
 
 
*Texto original escrito en abril de 2005.
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sábado, 20 de febrero de 2021

GRABAMOS SU NOMBRE EN ARROZ*

*Monólogo escrito en abril de 2005.

Ejercicio de periodismo de inmersión. 

 


Mona, ¿cómo estás? Yo bien. Pero no también como tú. Por favor, me le dice a sus padres que felicitaciones, porque usté sí quedó muy bien hechecita. A dos mil pesos. Usté me da el nombre y yo le escribo el nombre que usté desee en el grano de arroz. El nombre suyo, una fecha, un mensaje. Los que ustedesee. Le obsequiamos la cadenita. 



 

 

Mi nombre es Carlos Andrés López Celis. Soy de aquí, de Bogotá. Sí, claro. No es que se me haya pegado el acento paisa. No, no es eso. Lo que pasa es que toda mi familia es de allá, de Medellín. Y demás que yo he vivido mucho allá. A mí, que no me gusta vivir es por el frío. Pues, cuando empieza a llover, me voy a jugar billar, a distraer un tintico, a pasar el tiempo. ¿Cómo? ¿Que a usté no le gustaría?... 
 
¿Qué si me gusta Bogotá? ¿La verdá? Sí y no… A dos mil pesos, señora y le obsequiamos la cadenita. Lo rico aquí de Bogotá es que, por ejemplo, Bogotá es muy rico porque tiene muchas partes donde ir. Lo único maluco son las mujeres de aquí y la inseguridad. Primero, porque las mujeres no son muy bonitas en Bogotá. Y las que son muy bonitas, uno cualquier piropo, cualquier gesto que uno les eche, son maleducadas. Usté perfectamente le conversa a cualquier pelaíta, de acuerdo a lo que uno le diga. En cambio aquí no. Se nota la inseguridad. Aquí uno no puede decir nada, porque ya lo…
 
Esto lo hago desde el colegio. Yo escribía los pasteles en el pupitre y nunca me pillaron. Pero aparte de esto, me gustaría tener muchos hijos. ¿Cómo cuántos? Yo no sé… Con varias, mejor dicho. No, de verdá. ¿A mí lo que me gustaría hacer en la vida? Viajar no porque, la verdá, ya me conozco Colombia y Venezuela al derecho y al revés. Yo ya he viajado a varias partes con esto. Ya me conozco a Colombia y varios países, ‘tonces no me preocupo. Ya estoy cansa’o de viajar. Aquí en Bogotá llevo mes y medio. Yo antes me la pasaba era viajando de un lado pa’otro. Yo conozco tttodddo. Igualmente, me cansé de eso y pues, decidí quedarme estable y decidí quedarme quieto. 

 

Este arrocito apenas yo lo terminé de hacer. Pero lo voltiaron, porque como usté se puede dar de cuenta el arroz prácticamente se queda pegado. Pero eso no tiene problemas, de todas maneras. Igualmente se despega y le queda ahí quietico, con la tapita para que no se le vaya a zafar, pues cuando se le dañe. Bien pueda joven. Odsérvelo. Usté me da el nombre y yo le escribo el nombre en un granito de arroz. El nombre suyo, una fecha, un mensaje, una oración. 
 
No, no es difícil encontrar el sitio, aquí en la séttima con trece. Lo que pasa es que la gente aquí en Bogotá es muy resabiada, no sirve pa’ nada. Pa’ nada. Gracias a Dios yo no vivo aquí en Bogotá. La gente de aquí de Bogotá siempre da órdenes. La gente de aquí de Bogotá no sirve pa’nada. Uno llega aquí y uno parquiao a trabajar, ¿cierto? Y la gente le pone bandeja, le pone peros: ah, ah, qué tal, qué tal vaina. Ahí dentro señor, bien pueda odsérvelo. Aquí dentro está el granito de arroz marcado con el nombre que ustedesee.



 

 

Pero como igualmente uno no es un culicagao para que nadie le venga a trabajar la sicología a uno. Pero entonces uno sí trabaja. A dos mil pesos. Uno sabe que esto no es de nadie. De aquí al día de mañana que a mí me venga a decir un policía, eso sí es muy diferente. Que me venga alguien con ley, ya es diferente. Pero que otra persona que no tenga ley no tiene derecho a decirle a uno nada. Yo no he tenido problemas con la ley. Nooo, para nada. Nooo, esos manes antes son más frescos conmigo que… Todos me compran. Esos son los que más me conocen a mí ya.
 
De Bogotá me gustan todos los sitios. Todo. De Bogotá lo que me ha seducido es que tiene unas partes muy ricas, muy deliciosas para ir. Por ejemplo lo rico de pasear, de tantos cinemas que hay. Así uno tenga divididas, así uno no pueda esto. Pero la costumbre es lo rico. Salir con la pareja, salir con una amiguita, ¿cierto? Que rico eso. Las discotecas de aquí son muy deliciosas y yo estoy al día de todas las películas.
 
Esta es una esquina chévere. La hora muerta no es tanto, porque si usté se pone a mirar, yo, de las tres a las cuatro, al menos me hago treinta mil pesos o veinte mil pesos. Sí, al menos me hago eso. Pero como usté se puede dar de cuenta, al medio día yo era preocupa’o haciendo, haciendo y haciendo. Pero es muy diferente porque en esta hora casi no. Al día me hago pa’l fresco. Sííí… Pa’l fresco.


Carrera 7a con calle 13 en Bogotá

 

Me gustaría salir de Colombia. Uno sabe muchas cosas en la vida. Yo sé manejar, sé computación. Uno sabe muchas cosas de la vida. Me gustaría irme pa’ España. Muy rico. Mi hermana vive allá y ella la pasa muy rico allá. Ella lleva más o menos año y medio allá. ¿Qué si me animo a irme? Sí, a mi me gustaría irme. Ento’es, ¿qué hago? Es que el marido es de allá, es muy diferente. El marido le ayudó ¿sí me entiende? Pero igualmente uno algo que tiene que tener muy en cuenta: con la familia no hay que tener negocios. Tener negocios con la familia es lo peor que uno puede hacer en la vida.
 
¿Y mi hermano? No está aquí, está en Medellín. Pero no haciendo lo mismo. Nooo… es que nosotros trabajamos con esto, sí, porque es lo que más nos gusta trabajar. Pero además que nosotros trabajamos con cualquier cantidad de produttos. De estos buzos que yo tengo yo los vendí también. Yo vendí relojes. Sí, yo soy todo un comerciante. Yo hasta he tenido local y todo. Tengo hasta cámara de comercio y todo. Igualmente estoy debiendo ya como tres o cuatro años cámara de comercio, no la he pagado.

 

Anteriormente era muy vago. Porque usté sabe que uno llega a cualquier parte y la gente prácticamente, desde que uno sepa esspresarse, sepa dentrar a la persona, uno cae muy bien en toda parte. Y eso es lo que lo convida a uno a la vagancia, en qué sentido, en que la gente le dice a uno “bue… vamos a rumbiar”; uno se va a rumbiar. Y uno tiene que salir dispuesto a mucho.
 
Donde yo llego me conocen. Yo llevo mucho tiempo andando. Yo ya soy viejo, claro, 27 años. Prátticamente a la parte que yo llego uno ya conoce a alguien. Por ejemplo usté se pone a viajar mucho, se pone a relacionarse mucho con la demás gente, y desde que usté quede bien en toda parte. Lo importante de todo es que uno con los demás no tiene que tener problemas. Uno con nadie tiene que buscar problemas, ser compartidario con toda la gente. Esa es la relación que yo veo de la vida. Uno en la vida tiene que saber llevar la gente muy bien. Con la sinceridad y en cualquier parte cada día.
 
Bien pueda pues, odsérvelo. La idea es muy sencilla, póngale pues cuida’o. Usté me da el nombre y yo le escribo el nombre que ustedesee. El nombre suyo, el de su pareja, una fecha, un mensaje, una oración. Cuando la gente viene no me creen. Creen que soy mentiroso o loco. Pero es que yo le digo muy bien a la gente hoy no es el día de los inocentes, no vayan a creer que soy mentiroso ni loco. Es verdad, venga y lo odserva.
 
La gente es muy agradecida. El que más me acuerdo yo es de un señor que me dio por un arrocito veinticinco mil pesos. Demás que fue allá en Medellín, demás que fue allá. El señor me dijo hágame estos nombres; me dio siete nombres. Yo le escribí los siete nombres y me dijo cuánto vale eso y yo le dije, ah no, déme cinco mil pesos. Ahí estábamos conversando y todo y me dijo, no, tome veinte mil pesos más. Yo salí cuando daban el programa "No me lo cambie". Entonces escribí el abecedario y los números primarios. Y ahí no más me dieron cincuenta mil pesos. Pa’ mi, que me estafaron.
 
Me iba mejor como antes estaba. Antes yo tenía un plantecito que en platica valía diez, doce millones. Yo vendía relojes, platería, juguetería. De todo yo vendía. Pero igualmente el tener un local le da a uno mucho crédito y eso fue lo que me dañó a mí. Que yo veía el local muy bien surtido, muy bien, pero las deudas iban subiendo. Igualmente yo tenía el local en una parte pues, en una parte donde la vida fuera del todo muy barata. Lo tenía por allá en Cartagena del Chairá. Por allá todo es muy caro. Porque, por ejemplo, una cerveza vale dos mil quinientos. Todo es muy caro, por ser una zona cocalera.  Entonces me tocó rematar todo. Me tocó vender todo, pagar más bien y ya.
 
Sin compromiso que aquí no cobramos por mirar. Venga lo aprecia. El nombre suyo, una fecha, un mensaje. Claro que sí. Y la novedá es el precio joven: por tan sólo dos mil pesos y le regalamos la cadenita. Ya ustedes saben que el arroz siempre prospera abundancia; por eso cuando la gente se casa le echan arrocito. Claro que si cuando usté se llega a casar le echan fríjoles es porque se casó con una garra y ese ya no es problema mío. Bien pueda lo aprecia gordita, bien pueda mírelo. Bien pueda lo odserva. Véalo niña. Vaya y se lo muestra a ellos. En un granito de arroz se le marca el nombre. Bien pueda amor. Aprécielo joven. Dos minutos me demoro. Para que no crea que es mentira. 


jueves, 26 de noviembre de 2020

UN BUEN DÍA PARA SALIR DEL CLÓSET

 

"He visto a las mujeres 
más bellas del mundo, 
convertirse en diminutas sombras 
satisfaciendo los deseos de sus seres queridos. 

He visto a las mujeres 
más inteligentes de la vida 
haciendo añicos sus argumentos 
frente al protagonismo de sus amantes. 

He visto a mujeres con alas 
sacando lustre a los barrotes de las jaulas 
que les compran sus maridos. 
Las he visto bajarse de la luna 
para vivir en la cueva de sapo de su amado. 

Las he visto superar el hambre, 
las guerras, la muerte 
y luego caer de rodillas 
frente al beso deshonesto. 

Las vi esconder su fuerza, 
maquillar su poder, 
frenar sus éxitos, 
masticando frustraciones ajenas, 
haciéndose cargo de necesidades impropias. 

Cediendo, cediendo, cediendo tanto 
que sus cuerpos parecen 
desintegrarse, derretirse, 
desdibujarse, deshabitarse, 
estallar y recomponerse 
como un hueso 
tras el impacto de una bala. 

Las he visto, las veo, 
yo también he sido, (soy) 
presa fácil y presa difícil 
de mandatos rancios 
y amores mediocres.

Romperé el espejo 
todas las veces que haga falta 
y respetaré y esperaré paciente 
el día en que todas 
podamos vernos liberadas 
de tanta pena por nada."

- Marianela Saavedra, poetisa argentina 



No sé si muchas mujeres (y hombres) tengan claro qué es lo que se conmemora el 25 de noviembre de cada año. Algunos piensan que está ligado a las movilizaciones sociales del último año. O que es como otro "Día de la Mujer", en el que también se reciben rosas sólo porque es "nuestro día" y "somos lo más lindo de la creación".

Hoy se conmemora el Día internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el #25N.

Conmemoración del #25N en 2016, en el Parque Nacional de Bogotá. Foto: Lina Gómez Isaza

No muchos saben el significado de esta fecha, porque sigue siendo un problema casi invisible en la sociedad, a pesar de los dolorosos índices de abuso, agresión y feminicidios que van en crescendo. Entre febrero y octubre de 2020, en Bogotá se registraron 21.908 víctimas de violencia intrafamiliar, situación que se ha agravado por las extremas condiciones de reclusión durante la cuarentena, donde las mujeres, adolescentes y niñas están obligadas a convivir permanentemente con sus victimarios. 

Lastimosamente, para muchas de estas mujeres lograr salir del ciclo de la agresión por parte de sus parejas, a defender a sus hijos y a encontrar un lugar seguro que resguarde su integridad física, mental, emocional y moral, es una verdadera hazaña. Que les puede costar la vida, literalmente hablando.

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Para mi, en particular, es una de las fechas que honro con especial devoción.

Hace cuatro años, después de mucho tiempo de silencio, vergüenza, ansiedad y miedo -ante todo miedo- decidí salir del clóset.

Del clóset de la violencia intrafamiliar de la que *fui* víctima. 

Y lo digo en pasado, porque al hablar fuerte y claro sobre lo que me había pasado, contar mi testimonio y sacar fuerzas del miedo, dejé de ser víctima. 

Es una fecha muy potente para quienes hemos sido víctimas de violencia doméstica en el pasado. Pero más aún, para todas las que en este momento están leyendo estas líneas, y que no se atreven a denunciar, por miedo, por vergüenza o porque creen erróneamente que es el destino que merecen.

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Al igual que muchas de las mujeres que están afuera, pero calladas, fui víctima de la violencia doméstica. Por mucho tiempo y, de manera sistemática, fui abusada física, moral y emocionalmente durante seis años. En su momento, mi familia y amigos tenían la sospecha que podía estar pasando algo grave en mi casa. Y desde que lo revelé públicamente en noviembre de 2016, el apoyo que he recibido de las personas más cercanas ha sido irrestricto.

Sin embargo, sólo hasta hoy puedo contar que estuve en verdadero riesgo y pude perder la vida en más de una ocasión, por cuenta de mi ex pareja. Esos recuerdos son supremamente duros de recoger, porque implica repasar de manera detallada con la conciencia lo que quedó debajo de capas de dolor, pero que necesita salir a la luz para reparar lo que falta. 

Me hicieron esta corta entrevista en Canal Capital para contar mi testimonio.
Conmemoración del #25N de 2016, en el Parque Nacional de Bogotá

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Una de las cosas que agravan la situación y revictimizan a las personas una y otra vez son los juicios de valor. Muchas personas dicen -y sentencian- que la mujer está en una circunstancia de maltrato porque lo permite por tonta o por enamorada. Por conveniencia económica o social. Porque es débil. O porque, simplemente, se lo merece.

Si hay algún hombre -y también mujer- al que le vale muy poco este tema, es porque son simpatizantes (a su manera), o ven que es una conducta "normal" y casi que merecida. Como, por ejemplo, porque el hombre no sabe manejar sus celos (inducidos, quizás) por su pareja; o porque la vieja jode mucho o porque, simplemente, "no se porta bien".

Nadie sabe el infierno que está viviendo esa persona. Nadie. No es fácil salir, por más que se tenga la voluntad. Y juzgar eso sin conocimiento de causa es uno de los errores más grandes que alguien pueda hacer sobre una mujer víctima. 

A veces no es fácil irse ni tomar la decisión de aventar al maltratador. Pero cuando uno se queda callado sigue siendo víctima. Y cuando habla, deja de serlo inmediatamente. 

Lastimosamente, la respuesta institucional no es contundente para salvar a las mujeres del agravio. No hay cauciones judiciales efectivas ni eficientes, y eso las deja al borde del feminicidio, o en la tentativa. Y la cifra de 77 mujeres fallecidas a manos de su pareja dice que no estamos en el mejor camino.

En mi caso, no quise denunciar judicialmente a mi ex pareja. No era fácil por factores de tiempo ni logística. Pero sí me decidí a hablar públicamente, porque amenazar con cárcel no es suficiente. Hacer escarmiento público, porque el juicio moral y social puede ser bien efectivo en la reparación de la dignidad y fortalece a la víctima. Que todo el mundo sepa que es persona non grata, y que logre una sanción social en su trabajo, estudio y en sus espacios personales.

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Me encantaría que estas líneas alentaran a las mujeres de todas las edades y de todas las condiciones sociales para que tomaran la decisión de salir del círculo de su agresor -sea novio, prometido, esposo, compañero permanente.
 
A que entendieran que cualquier golpe, toque indebido, acto que las vulnere en su cuerpo, insulto, maltrato psicológico, moral y económico NO corresponde. Y que, de NINGUNA manera, eso es "amor".

Así que mucho ánimo, si usted es la que está en ese infierno. Yo soy la viva prueba que tomar la decisión de salir de ahí es el primer momento para tener la mejor vida posible. Puedo afirmar que todas las mujeres somos tan fuertes y berracas, que cuando nos decidimos a salir de ese "infierno en la tierra", ya estamos en el camino de la recuperación. 

Y puedo decir, cuatro años después de señalar a mi agresor, que hice lo correcto. Y dejé de ser víctima. Y hoy soy muy, muy feliz. 

NO SOMOS VÍCTIMAS DE NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS. 

SOMOS VÍCTIMAS DE NUESTRO SILENCIO.






martes, 10 de noviembre de 2020

LA ESPERANZA DE LAS POSIBILIDADES

"The battle to restore decency, defend democracy, and give everybody in this country a fair shot. That's all they're asking for, a fair shot.
...
I've always believed, many have you heard me say it, I´ve always believed we can define America in one word: possibilities. That in America everyone should be given an opportunity to go as far as their dreams and God-given ability will take them".

***

“La batalla para restaurar la decencia, defender la democracia y darle a todos en este país una oportunidad justa. Eso es todo lo que están pidiendo, una oportunidad justa.
...
Siempre lo he creído, muchos me habéis oído decirlo, siempre he creído que podemos definir América en una palabra: posibilidades. Que en Estados Unidos todo el mundo debería tener la oportunidad de llegar tan lejos como sus sueños y la capacidad que Dios les haya dado ".

- Joe Biden, en su discurso de victoria como presidente electo de Estados Unidos,

7 de noviembre, 2020



Luego de haber obtenido 74 millones de votos, en una elección histórica que marca un nuevo precedente para su país, Joe Biden se convierte en el presidente del retorno de la sensatez y los valores que estuvieron extraviados por años.

Durante los cuatro años en los que Donald Trump mancilló el poder como gobernante, Estados Unidos se sumió en una de las eras más oscuras de la historia, con sus antivalores propios. La ignorancia, la indecencia, la confusión, la desesperanza, las mentiras, el extremismo, el radicalismo, los prejuicios. Todo lo que pudiera servirle a la cabeza de una nación, con una mente que carece de toda racionalidad y cordura. 

Desde lejos, el resto del mundo veía entre asombrado y asqueado la manera en la que Trump se comportaba. Lo grave, es que su propio comportamiento indujo y dio vía libre a quienes de manera soterrada comparten sus mismos antivalores, a pequeña escala y en entornos más reducidos. La "amenaza" del racismo, la xenofobia y el odio ya no son amenazas: en muchas ocasiones son hechos comprobados y explícitos de la manera en la que el discurso del gobernante cala bien hondo entre algunas capas de ciudadanos, que se han sentido validados en su actuar extremista y violento.

"El carácter importa" 


En la declaración del triunfo de Biden, el analista político Van Jones de la cadena CNN hizo una reflexión muy profunda y sentida sobre lo que ese día significaba para quienes han tenido que vivir bajo la amenaza y el agravio: los inmigrantes, los afrodescendientes, los musulmanes, los "dreamers". En sus palabras, es un día que significa la reivindicación de sus identidades, luego de sus largos sufrimientos. Por fin, un día más fácil para vivir.

Los comentarios de Jones sobre la importancia del carácter, decir la verdad, la decencia en contra del comportamiento impropio de quien hace "bullying" y se aprovecha del poder, muestra la manera en la que la esperanza se ha necesitado desesperadamente durante estos largos cuatro años, para tener la oportunidad de un nuevo comienzo. 

La oportunidad 

TRAMITOMANÍA PANDÉMICA

En su libro de ensayo, “Pa que se acabe la vaina” (Planeta, 2021), William Ospina hace un retrato fiel y, a la vez, un tanto agobiante del E...