más bellas del mundo,
convertirse en diminutas sombras
satisfaciendo los deseos de sus seres queridos.
He visto a las mujeres
más inteligentes de la vida
haciendo añicos sus argumentos
frente al protagonismo de sus amantes.
He visto a mujeres con alas
sacando lustre a los barrotes de las jaulas
que les compran sus maridos.
Las he visto bajarse de la luna
para vivir en la cueva de sapo de su amado.
Las he visto superar el hambre,
las guerras, la muerte
y luego caer de rodillas
frente al beso deshonesto.
Las vi esconder su fuerza,
maquillar su poder,
frenar sus éxitos,
masticando frustraciones ajenas,
haciéndose cargo de necesidades impropias.
Cediendo, cediendo, cediendo tanto
que sus cuerpos parecen
desintegrarse, derretirse,
desdibujarse, deshabitarse,
estallar y recomponerse
como un hueso
tras el impacto de una bala.
Las he visto, las veo,
yo también he sido, (soy)
presa fácil y presa difícil
de mandatos rancios
y amores mediocres.
Romperé el espejo
todas las veces que haga falta
y respetaré y esperaré paciente
el día en que todas
podamos vernos liberadas
de tanta pena por nada."
- Marianela Saavedra, poetisa argentina
No sé si muchas mujeres (y hombres) tengan claro qué es lo que se conmemora el 25 de noviembre de cada año. Algunos piensan que está ligado a las movilizaciones sociales del último año. O que es como otro "Día de la Mujer", en el que también se reciben rosas sólo porque es "nuestro día" y "somos lo más lindo de la creación".
Hoy se conmemora el Día internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el #25N.
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Conmemoración del #25N en 2016, en el Parque Nacional de Bogotá. Foto: Lina Gómez Isaza |
No muchos saben el significado de esta fecha, porque sigue siendo un problema casi invisible en la sociedad, a pesar de los dolorosos índices de abuso, agresión y feminicidios que van
en crescendo. Entre febrero y octubre de 2020, en Bogotá se registraron
21.908 víctimas de violencia intrafamiliar, situación que se ha agravado por las extremas condiciones de reclusión durante la cuarentena, donde las mujeres, adolescentes y niñas están obligadas a convivir permanentemente con sus victimarios.
Lastimosamente, para muchas de estas mujeres lograr salir del ciclo de la agresión por parte de sus parejas, a defender a sus hijos y a encontrar un lugar seguro que resguarde su integridad física, mental, emocional y moral, es una verdadera hazaña. Que les puede costar la vida, literalmente hablando.
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Para mi, en particular, es una de las fechas que honro con especial devoción.
Hace cuatro años, después de mucho tiempo de silencio, vergüenza, ansiedad y miedo -ante todo miedo- decidí salir del clóset.
Del clóset de la violencia intrafamiliar de la que *fui* víctima.
Y lo digo en pasado, porque al hablar fuerte y claro sobre lo que me había pasado, contar mi testimonio y sacar fuerzas del miedo, dejé de ser víctima.
Es una fecha muy potente para quienes hemos sido víctimas de violencia doméstica en el pasado. Pero más aún, para todas las que en este momento están leyendo estas líneas, y que no se atreven a denunciar, por miedo, por vergüenza o porque creen erróneamente que es el destino que merecen.
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Al igual que muchas de las mujeres que están afuera, pero calladas, fui víctima de la violencia doméstica. Por mucho tiempo y, de manera sistemática, fui abusada física, moral y emocionalmente durante seis años. En su momento, mi familia y amigos tenían la sospecha que podía estar pasando algo grave en mi casa. Y desde que lo revelé públicamente en noviembre de 2016, el apoyo que he recibido de las personas más cercanas ha sido irrestricto.
Sin embargo, sólo hasta hoy puedo contar que estuve en verdadero riesgo y pude perder la vida en más de una ocasión, por cuenta de mi ex pareja. Esos recuerdos son supremamente duros de recoger, porque implica repasar de manera detallada con la conciencia lo que quedó debajo de capas de dolor, pero que necesita salir a la luz para reparar lo que falta.
Me hicieron esta corta entrevista en Canal Capital para contar mi testimonio.
Conmemoración del #25N de 2016, en el Parque Nacional de Bogotá
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Una de las cosas que agravan la situación y revictimizan a las personas una y otra vez son los juicios de valor. Muchas personas dicen -y sentencian- que la mujer está en una circunstancia de maltrato porque lo permite por tonta o por enamorada. Por conveniencia económica o social. Porque es débil. O porque, simplemente, se lo merece.
Si hay algún hombre -y también mujer- al que le vale muy poco este tema, es porque son simpatizantes (a su manera), o ven que es una conducta "normal" y casi que merecida. Como, por ejemplo, porque el hombre no sabe manejar sus celos (inducidos, quizás) por su pareja; o porque la vieja jode mucho o porque, simplemente, "no se porta bien".
Nadie sabe el infierno que está viviendo esa persona. Nadie. No es fácil salir, por más que se tenga la voluntad. Y juzgar eso sin conocimiento de causa es uno de los errores más grandes que alguien pueda hacer sobre una mujer víctima.
A veces no es fácil irse ni tomar la decisión de aventar al maltratador. Pero cuando uno se queda callado sigue siendo víctima. Y cuando habla, deja de serlo inmediatamente.
Lastimosamente, la respuesta institucional no es contundente para salvar a las mujeres del agravio. No hay cauciones judiciales efectivas ni eficientes, y eso las deja al borde del feminicidio, o en la tentativa. Y la
cifra de 77 mujeres fallecidas a manos de su pareja dice que no estamos en el mejor camino.
En mi caso, no quise denunciar judicialmente a mi ex pareja. No era fácil por factores de tiempo ni logística. Pero sí me decidí a hablar públicamente, porque amenazar con cárcel no es suficiente. Hacer escarmiento público, porque el juicio moral y social puede ser bien efectivo en la reparación de la dignidad y fortalece a la víctima. Que todo el mundo sepa que es persona non grata, y que logre una sanción social en su trabajo, estudio y en sus espacios personales.
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Me encantaría que estas líneas alentaran a las mujeres de todas las edades y de todas las condiciones sociales para que tomaran la decisión de salir del círculo de su agresor -sea novio, prometido, esposo, compañero permanente.
A que entendieran que cualquier golpe, toque indebido, acto que las vulnere en su cuerpo, insulto, maltrato psicológico, moral y económico NO corresponde. Y que, de NINGUNA manera, eso es "amor".
Así que mucho ánimo, si usted es la que está en ese infierno. Yo soy la viva prueba que tomar la decisión de salir de ahí es el primer momento para tener la mejor vida posible. Puedo afirmar que todas las mujeres somos tan fuertes y berracas, que cuando nos decidimos a salir de ese "infierno en la tierra", ya estamos en el camino de la recuperación.
Y puedo decir, cuatro años después de señalar a mi agresor, que hice lo correcto. Y dejé de ser víctima. Y hoy soy muy, muy feliz.
NO SOMOS VÍCTIMAS DE NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS.
SOMOS VÍCTIMAS DE NUESTRO SILENCIO.