En las últimas semanas, media Colombia estaba estupefacta ante la noticia de dos niñas de 16 años que habían desaparecido en circunstancias muy extrañas. Las dos, llamadas Laura, tejieron todo un plan para escaparse de sus casas y con eso mantener en vilo a sus familias, la Policía Nacional y a los ciudadanos que estuvimos aterrados mientras esto sucedía.
No sé si se me permita hablar sobre el caso de las niñas Lauras, su desaparición y el *feliz* desenlace de la historia. Pero igual, lo voy a hacer, así no sea mamá (que se supone es el único título que le permite a uno hablar con propiedad sobre las niñas, niños y adolescentes).
Las niñas Lauras - Créditos LaFm.com (https://goo.gl/images/7q7Faf) |
En las redes sociales había toda clase de comentarios: hay unos muy chistosos, que proclaman "el poder de la chancleta" y el castigo ejemplarizante hacia estas dos niñas por su falta de inteligencia y desconsideración hacia sus padres y autoridades; otros que ponen en tela de juicio lo que puede estar pasando al interior de sus casas, en donde se insinúa que puede haber algún tipo de maltrato o abuso; y otros, que defienden a cómo dé lugar la libertad de expresión de las niñas y de cómo sus padres deben acercarse con amor y comprensión ante lo que hicieron.
Metida en "camisa de 11 varas", diré lo siguiente:
Todos aquí pasamos por esa absurda etapa que es la adolescencia. Todos hicimos embarradas; le hablamos mal a los papás (o personas mayores); nos emborrachamos; arriesgamos las calificaciones en el colegio; nos levantamos en contra de la autoridad. Todos fuimos "teens anarquistas" a nuestra manera, más o menos grave.
A mi, en lo particular, sí me dieron chancleta. Y no se me olvida. Y SÍ: me sirvió. Que el castigo físico está sobrevalorado, sin duda. Pero como yo creo (y mucha gente también lo piensa para sí misma), una chancleta dada a tiempo es efectiva, porque NUNCA se olvida. No por eso, tengo resentimientos hacia mis papás ni creo que hayan abusado de mi en ningún sentido (un saludo a mi mamá, si me estás leyendo!)
Al que lo niegue, le va un chancletazo |
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OJO: no estoy haciendo una apología del abuso físico a niñas, niños y adolescentes. Para mi ese tema en particular es muy delicado, y no se puede minimizar ni caricaturizar.
De hecho, frente a los casos presuntos o explícitos de abuso físico, sexual o emocional que puedan sufrir las niñas, niños y adolescentes, hay muchas instituciones públicas y privadas que pueden atender sus casos; y hacer un proceso de restitución de derechos, para que no sigan exponiéndose a ese ambiente hostil. Es decir, hay canales de atención que pueden atender estos casos, sin que la solución sea escaparse a Guatapé (Antioquia), porque sí.
Pero con respecto a las niñas Lauras -y en general a los adolescentes insufribles- es que es muy diferente lo que nos tocó a los nacidos en los '70 y en los '80: no había acceso a la información y no había tantos estímulos externos tan agresivos.
Que en 2018 haya una cadena de WhatsApp en Japón denominada Momo a la que uno acceda para que le den órdenes macabras y lo inciten a volarse de la casa, para asustar a sus familiares y movilizar a la fuerza pública, no tiene perdón.
El pasado jueves oí a la mamá de una de las niñas en Blu Radio y aún estaba muy nerviosa, a pesar que ya había hablado con su hija. Pude imaginarme la angustia indescriptible que puede sentir una persona cuando no tiene ni la más mínima idea qué pasa y se imagina el peor escenario posible, para darse una mínima respuesta a la incertidumbre.
Entonces yo me pregunto: ¿ante esa absurda y terrorífica misión de esta niñas, qué hay que hacer? ¿Una charla motivacional es suficiente? ¿Un "mi vida, qué más te hace falta en la vida para que te largues 300 kms, y me dejes con esta desesperación tan hp"? ¿El amor y la atención que no te hemos dado tus familiares y amigos, lo vas a encontrar en una cadena de WhatsApp?
Yo no pretendo sugerirle a los papás cómo educar a sus niños (ni siquiera puedo hacerlo con mis sobrinos), pero sí hacer un replanteamiento de qué tan efectiva es la metodología de la charla motivacional y la alta tolerancia ante la "libre personalidad" de unos niños que tienen un acceso súper amplio y sin restricciones de información; y que con eso son capaces de dominar a sus papás, y hasta de poner a la fuerza pública a buscarlas.
Como dice mi hermana Valeria: no pensemos en qué mundo le estamos dejando a nuestros hijos; sino qué hijos le estamos dejando a este mundo.